Un bajo insistente se tira una serie de pedos épicamente deslumbrantes atrás de Beth Gibbons. Realizo cualquier actividad para retrasar ir al baño y pararme frente al espejo.
No evito ver el espejo.
Lo veo.
Alguien me ve fijamente.
Otra distinta a ayer.
Hay quienes asegurarían que es la misma y quienes me lo comprobarían a través de principios físicos. Yo estoy convencida que mi cara se muta cada noche, se derrite y se acomoda a su gusto por la madrugada.
Dos, tres, aguijones.
¡Tenga mi alegría!
Cuatro, cinco, tortillas con quesillo.
Deme pudor por favor.
Seis, siete, movimientos vertiginosos.
¡Vámonos!
Ocho, nueve, labios resecos partidos.
Regalame esa cáscara en descomposición.
Diez, Once.
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