viernes, 30 de octubre de 2009

Caravana

Treinta de septiembre, porque yo lo decidí. Me doy vuelta en la misma cama que hoy no es la misma. Me acomodo en la misma orilla peligrosa. Con la mano derecha agarro el abismo de dos centímetros. Lo suelto porque pica. Mis ojos necesitan un trago de agua.
Un bajo insistente se tira una serie de pedos épicamente deslumbrantes atrás de Beth Gibbons. Realizo cualquier actividad para retrasar ir al baño y pararme frente al espejo.
No evito ver el espejo.
Lo veo.
Alguien me ve fijamente.
Otra distinta a ayer.
Hay quienes asegurarían que es la misma y quienes me lo comprobarían a través de principios físicos. Yo estoy convencida que mi cara se muta cada noche, se derrite y se acomoda a su gusto por la madrugada.
Dos, tres, aguijones.
¡Tenga mi alegría!
Cuatro, cinco, tortillas con quesillo.
Deme pudor por favor.
Seis, siete, movimientos vertiginosos.
¡Vámonos!
Ocho, nueve, labios resecos partidos.
Regalame esa cáscara en descomposición.
Diez, Once.

No hay comentarios:

Publicar un comentario